De las "Memorias del Oratorio" escritas por San Juan Bosco
"Durante la primavera, especialmente en los días festivos, se juntaba el vecindario. Entretenía a todos con algunos juegos que yo mismo había aprendido de otros. En ferias y mercados, a menudo, aparecían charlatanes y saltimbanquis a quienes iba a ver. Observaba atentamente sus más pequeñas proezas; volvía después a casa y entrenaba hasta aprender y lograr hacer lo mismo que ellos. Imaginaos los golpes, revolcones, caídas y volteretas a que me exponía con cada prueba. ¿Alcanzaréis a creerlo? A mis once años hacía juegos de manos, realizaba el salto mortal y la golondrina, caminaba con las manos, saltaba y bailaba sobre la cuerda como un titiritero de profesión.
Por lo que se hacía en un día de fiesta, comprenderéis cuanto realizaba en los demás.
Existe en I Becchi un prado, entonces con diversas plantas de las que todavía queda un peral, que en aquel tiempo me fue muy útil. Ataba a ese árbol una cuerda que anudaba en otro situado a cierta distancia; a continuación, colocaba una mesita con la bolsa y una alfombra en el suelo para dar los saltos. Cuando todo estaba preparado y todos estaban ansiosos por admirar las novedades, antes de nada, los invitaba a recitar la tercera parte del rosario, tras la cual se cantaba una cancioncilla religiosa. Acabado esto, subía a una silla y bien les contaba algo –mejor dicho, repetía lo que recordaba de la explicación del evangelio que había escuchado por la mañana en la iglesia–, o bien contaba hechos o ejemplos oídos o leídos en algún libro. Terminada la charla, se hacía una breve oración y enseguida comenzaban las diversiones. En ese instante, como antes dije, tendríais que haber visto al orador convertirse en un charlatán de profesión. Hacer la golondrina, ejecutar el salto mortal, caminar con las manos en el suelo y el cuerpo en alto; después, calzar unas alforjas, tragar monedas para irlas a recoger en la punta de la nariz de uno u otro, multiplicar bolas y huevos, transformar el agua en vino, matar y despedazar un pollo para luego hacerle resucitar y cantar mejor que antes, constituían los entretenimientos. Andaba sobre la cuerda como por un sendero: saltaba, bailaba y me colgaba de un pie, y de los dos, con dos manos, o con una sola. Tras algunas horas de diversión y cuando ya estaba bien cansado, terminaban los juegos; se efectuaba una corta plegaria y cada cual volvía a sus asuntos."
No hay comentarios:
Publicar un comentario