viernes, 23 de octubre de 2015

Leemos un libro sobre Don Bosco "Las cosas de Don Bosco"

"Soy el granero de la casita de I Becchi. Nací pequeño y humilde; siempre dispuesto a ofrecer lo mejor de mí mismo. Estaba formado por tres compartimentos. El más grande para las mazorcas de maíz; los otros dos, para el trigo y la cebada.
Los graneros aprendemos desde pequeños la única lección que guía nuestra existencia: dar y recibir. Hacia el final del verano recogemos en nuestro interior el milagro de la cosecha. Durante el invierno ofrecemos el grano, anticipo de hogazas compartidas.
Siempre cumplí mi misión... hasta que sobrevinieron aquellos años de terrible escasez, "el tiempo del gran miedo". Todas las cosechas se malograron a causa de unos inviernos de fuertes heladas y unos veranos de atroces sequías.
Mis reservas disminuían. Al principio tan solo lo notó Mamá Margarita. Su preocupación se transformó en temor. Hacía pocos meses que había quedado viuda. La responsabilidad le abrumaba. Cuando comprobó que no quedaba ni trigo, ni cebada, ni maíz, su miedo se convirtió en angustia... ¿Cómo alimentar a sus pequeños y a la abuela?
Mi fortaleza se debilitó. Temblaba al escuchar historias de gentes muertas de hambre por los caminos.
Aunque me esforcé por ser un granero responsable, un día Mamá Margarita tuvo que barrer mi rugoso suelo para hacer acopio del último puñado de trigo. Decepcionado de mí mismo, desee mi final. Un granero vacío no merece vivir. Perdí la noción del tiempo. Los sonidos se tornaron lejanos. Mi último recuerdo fueron las voces de Antonio, José y Juan, los hijos de Mamá Margarita, que suplicaban un poco de pan entre sollozos. Luego, el silencio oscuro del hambre.
No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que regresé a la luz. Al principio creí que el milagro se debía a los cuatro sacos de trigo que, comprados por Mamá Margarita a precio de oro, llenaban nuevamente mis paredes vacías. Pero lo que realmente me devolvió a la vida fueron las palabras que Mamá Margarita repitió a sus hijos como una oración: "Vuestro padre me dijo antes de morir que confiara en Dios, que rezara y tuviera coraje. En casos extremos, remedios extremos".
Han pasado muchos años. Aunque sigo siendo un humilde granero, aquella frase todavía resuena en mí. Y es que Juan Bosco, ahora sacerdote, se la repite cada otoño a los chicos pobres de Turín que trae de excursión a I Becchi. Ambos aprendimos de Mamá Margarita que la fe en Dios, la valentía y el trabajo incansable renuevan diariamente el milagro de un granero lleno de pan para los hijos. El mismo prodigio que Don Bosco repite cada día para los chicos pobres de Turín que acoge en su oratorio."
Las cosas de Don Bosco. CCS

José Joaquín Gómez Palacios

viernes, 16 de octubre de 2015

miércoles, 7 de octubre de 2015

BUENOS DÍAS: A CONTRARRELOJ

"Había una vez una mujer muy piadosa, que puntualmente acudía todas las mañanas a rezar a la capilla de su barrio. Día tras día, lloviese o hiciese sol, estuviera sana o enferma, pasase lo que pasase, como un reloj, a las siete en punto de la mañana, era la primera persona en llegar a la capilla, empujar la puerta y entrar a rezar.
Una mañana, despertó sobresaltada. ¡Se había dormido! ¡Eran las siete menos diez, y no llegaría a horario a su cita diaria! A toda carrera se levantó, se peinó y se vistió como pudo. Con la ropa medio arrugada y los cabellos medio desordenados salió velozmente de su casa y enfiló rumbo a la capilla. Apenas hubo salido, casi tropieza con un viejito que venía a penas en una bicicleta, y al cruzarse con ella perdió el control del vehículo y cayó al suelo. Lamentablemente la mujer iba muy apurada como para detenerse, así que apenas logró esbozar una disculpa y continuar en su carrera.
Un rato después, se le cruzó una mujer que le pidió una ayuda para poder pagar una consulta en el hospital. "Perdone, estoy apurada" alcanzó a decir sin detenerse y continuó su veloz marcha. Apenas hubo logrado esquivar a la mujer, se le cruzó un niñito que le pidió un poco de pan. "Disculpa hijito, pero tengo una cita con Dios y no puedo llegar tarde. Otra vez será", y siguió su interrumpido camino.
Cuando por fin llegó a la capilla, miró de reojo el reloj. ¡Eran las siete en punto! ¡Lo había logrado! Embargada por la emoción de no haber fallado a su cita, empujó como de costumbre la puerta de la capilla, pero... no se abrió. Volvió a empujar con más fuerza, y nada. ¡Qué extraño! Jamás en los doce años que llevaba con su diaria rutina, había encontrado la puerta cerrada. De pronto notó que había una nota clavada en la puerta de la capilla. Desconcertada, la desclavó y la leyó. La nota, garabateada como con apuro decía:
"Perdón por no estar aquí. Esta mañana tuve un accidente en la bicicleta, y encima después no pude conseguir dinero para ir al hospital, ni un poco de pan para desayunar, así que es probable que llegue un poco tarde. Firma: Dios".

 Mensaje: Las obras no son de caridad cuando se hacen por interés.


Reflexión: Cuántas veces vamos corriendo porque tenemos muchas cosas importantes que hacer y no miramos a nuestro alrededor. No vemos la hermosura del mundo en el que vivimos, tampoco las injusticias que nos rodean. ¿Cuándo ha sido la última vez que te has parado y has mirado a tu alrededor? ¿Cuándo fue la última vez que le diste la mano al que la necesitaba? ¿Cuándo dijiste por última vez gracias?

Oración final:
Señor,
enséñanos a amar y a pensar en los demás, sobre todo, a quienes nadie ama.
Señor,
haz que suframos al ver que otros sufren. Concédenos la gracia de comprender que, mientras vivimos una vida demasiado feliz, hay millones de hombres, hijos tuyos y hermanos nuestros, que mueren de hambre, sin haber merecido morir de hambre; que mueren de frío sin haber merecido morir de frío.
Señor,
ten piedad de todos los pobres del mundo.
Perdónanos, porque, por miedo, los hemos abandonado.

No permitas, Señor, que vivamos felices en solitario. Haznos sentir la angustia de la miseria universal, y libéranos de nosotros mismos. Amén.

martes, 6 de octubre de 2015

Ser + solidario



ORACION PARA SONREIR



Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.

Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.

Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.

Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.
Amén.



-Madre Teresa de Calcuta